CONTEXTO

DE LA PINTURA

EN MÉXICO

Siglos XVII, XVIII y XIX

Introducción

La pintura mexicana ha tenido a lo largo de su historia diferentes estilos y tendencias, asociadas en gran medida a sus contextos culturales e ideológicos.

La realización pictórica en México fue paralela a su desarrollo en Europa; durante el siglo XVII prevaleció el manierismo, que dotaba a las obras de un estilo distorsionado en las formas, siendo El Greco un exponente importante. A esta tendencia le siguió el Barroco, en la que se exploró el claroscuro, para pasar en el siglo XIX al Neoclásico, que retomaba aspectos estilísticos del clásico grecorromano, prevaleciendo principalmente en los estilos arquitectónicos.

 

Aunado a este estilo, el siglo XIX apostó por diferentes tendencias, todas renovadoras como el romanticismo, el realismo y el impresionismo, todo esto da cuenta de la evolución pictórica no solamente en México sino en todo el mundo.

Desarrollo del arte de la pintura

en México durante los siglos XVII, XVIII y XIX

Durante el siglo XVII en la entonces Nueva España, la pintura con temática religiosa tenía una gran importancia, debido a que la expresión artística estaba al servicio de la Corona Española y de la Iglesia Católica, siendo predominante el estilo plenamente europeizante.

Los primeros pintores eran manieristas, posteriormente fueron influenciándose por el barroco, siendo revolucionaria en la manera de concebir el arte la fundación de la Academia de San Carlos en 1783.

 

Uno de los autores más destacados fue Cristóbal de Villalpando, quien es considerado la figura más importante del barroco novohispano, se enfocó a realizar diferentes trabajos de retablo, destacando el del convento franciscano de San Martín de Tours de Huaquechula en Puebla, en el que destacan lienzos dedicados a santos franciscanos, uno a la vida de la Virgen y un Cristo crucificado. También realizó retablos en Azcapotzalco y Xochimilco.

 

Su obra se caracterizó por ir transformando el uso de los tonos, sus primeros cuadros eran de tonalidades oscuras, mismas que fueron dando paso a realizaciones en las que prevalecía la luminosidad y el color. El tema que más trabajó en su obra pictórica fue el de los Arcángeles. Se le ha considerado como uno de los mejores intérpretes de Rubens y de los clásicos del Siglo de Oro.

La obra de Villalpando ha influido a generaciones posteriores de pintores, entre ellos Juan Correa, José de Ibarra y Nicolás Rodríguez Juárez.

El caso de Juan Correa es también destacado entre el arte novohispano, ya que su propuesta pictórica abarca lo religioso y lo profano, destacando un abordaje más profundo del imaginario religioso mexicano, a través de la realización de trabajos en los que la imagen de la Virgen de Guadalupe se convierte en centro del cuadro, de igual manera creó pinturas relacionadas con la Virgen María.

 

La sucesión de estilos y trabajos en el México novohispano depende en gran medida de los exponentes pictóricos, y cómo estos iban pasando el conocimiento a sus discípulos, quienes más que repetir lo previo iban evolucionando las técnicas, a Correa siguió José de Ibarra y posteriormente Nicolás Rodríguez Juárez, quien trascendió en la pintura del siglo XVII y su transición al XVIII.

 

El caso de Rodríguez Juárez es interesante, ya que sus pinturas fueron de estilo heterogéneo en materia de calidad, las de su primera época estaban mucho más cuidadas que las de épocas posteriores, consideradas más débiles en su constitución.

Durante el siglo XVIII, el ámbito pictórico tuvo otro interés particular que fue el retrato, lo que permitió a los exponentes artísticos explorar estos terrenos, ofreciendo trabajos en los que se resaltaban diferentes personalidades del ámbito religioso y social de ese entorno.

Durante el siglo XIX el arte mexicano sufrió un estancamiento a raíz de la guerra de Independencia, siendo hasta mediados de la década de 1840 cuando la Academia de Bellas Artes abrió de nuevo sus puertas, con Pelegrín Clavé como uno de sus principales maestros. Éste se enfocó a la enseñanza de la pintura clásica española, aspectos que influyeron en su alumno Juan Cordero, quien posteriormente se trasladó a Roma donde desarrolló parte importante de su obra.

 

En 1846 la Academia de San Carlos le concedió a Cordero una pensión para que pudiera dedicarse a sus trabajos artísticos, esto debido a su considerable talento. Entre sus principales trabajos destacan: Una princesa napolitana, Una madona romana, La Anunciación (con gran influencia del arte italiano especialmente de Rafael), Moisés, Colón ante los Reyes Católicos, y su Autorretrato, entre otras. En este sentido puede observarse que la temática de Cordero no llega a ser plenamente mexicana, utilizando algunos elementos asociados en gran medida al contexto europeo.

 

Es importante mencionar que Cordero fue el primero en realizar un mural con temática no religiosa, teniendo entre su producción el manejo de temas laicos.

 

A lo largo del siglo XIX también destacaron temáticas como el paisaje, cuyo mayor exponente fue José María Velasco; asimismo existieron propuestas pictóricas asociadas en gran medida al costumbrismo y a la creación de pinturas murales.

 

También durante ese periodo surgió una tendencia a la pintura independiente, la cual representaba principalmente temas populares, como el bodegón y una mayor exploración del retrato. La vida cotidiana también se trabajó desde una visión que rescataba lo propiamente mexicano, alejándose de tendencias extranjerizantes.